La Espada de Peleo. Capítulo 5: A la mala suerte, paciencia y buena cara...

  A continuación está el quinto capítulo de nuestra historia interactiva: La Espada de Peleo. La historia ha sido escrita e ideada por Hija de Eos, las portadas editadas por Hija de Hécate, y todo supervisado por Cazadora de Artemisa.

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En cuanto terminaron la reunión, Max y ella decidieron ir a sus respectivas cabañas para descansar. Lia se pasó la noche en vela pensando en que lo único que lograría sería poner en peligro a los únicos dos amigos que tenía. Sin darle más vueltas al asunto, se levantó de la cama. Eran las 5:00 am. Recogió un par de cosas y las guardó en una mochila. Agarró el arco que Harley, un chico de la cabaña de Hefesto le había fabricado el día anterior y lo puso a su espalda, haciendo el mínimo ruido posible. Habían quedado para salir del campamento a las nueve de la mañana, por lo que tenía un plazo de cuatro horas para salir de allí y alejarse lo suficiente como para que no pudieran encontrarla. Solo tendría que dirigirse al oeste siguiendo el rió que pasaba cerca de allí hasta encontrar aquella cueva. ¿Qué podría salir mal? Esto era lo mejor para todos…

Absolutamente todo lo que podía haber salido mal, salió mal.

Primero, Lia decidió hacer una parada por la armería. ¿Quién sabe lo que necesitaría ahí fuera? Debía estar preparada para cualquier imprevisto. Recogió un tarro que contenía una sustancia azulada en su interior. “Fuego griego”, indicaba la etiqueta. No sabía que era, pero parecía peligroso. Lo guardó en su mochila y se dirigió a su próxima parada: El pabellón comedor. No quería arriesgarse a morir de hambre en el camino.

Cuando ya tenía todas sus provisiones y estaba a punto de marcharse, una voz detrás suyo dijo:

−¿Lia?

Se dio la vuelta, recogiendo una flecha del carcaj que llevaba a la espalda junto al arco tan rápido que Rachel Elizabeth Dare casi acaba con ella incrustada en su cabeza.

−¡Tranquila! −Exclamó la pelirroja−. ¿Qué haces aquí?

Lia no sabía qué contestar. Volvió a guardar la flecha en el carcaj y comenzó a toquetear el collar que llevaba puesto, cosa que hacía cuando estaba nerviosa.

−¿Yo? Pues… preparando cosas para la misión, ¿qué iba a hacer si no?

Rachel la miró extrañada.

−Deberías de estar descansando. En unas horas comenzará tu misión.

−Sí, lo sé. Lo siento, es que no podía dormir. Estoy… demasiado nerviosa.

En eso no mentía. Tenía miedo, miedo a morir y de que sus nuevos amigos muriesen por su culpa. No eran simplemente unos “nuevos amigos”, eran sus primeros amigos.

−Ya verás como todo sale bien al final −La tranquilizó Rachel mientras la miraba con un cierto tono de preocupación en sus ojos−. Te acompañan dos de los mejores campistas de todo el campamento.

−Lo sé… bueno… será mejor que me vaya a dormir. Mañana será un día muy largo.

Lia se obligó a dejar de tocar su collar.

−Bien… nos vemos mañana por la mañana entonces. ¡Intenta no morir hasta entonces!

Lia rió nerviosamente y se dirigió a la cabaña de Hermes. Obviamente no entraría, solo quería hacerle creer a Rachel que haría lo acordado. En cuando se fijó en que no había nadie que pudiese verla, se dirigió de nuevo a la entrada, siendo mucho más discreta que la anterior vez.

Obviamente, salió mal. Tropezó entre las cabañas de Ares y Apolo, haciendo un gran estruendo gracias a que todas sus armas cayeron de su mochila. Recogió todo y agradeció a quien quiera que fuese su madre o padre divino de que aquel tarro de fuego griego no se rompiese. Pasó al plan B en cuanto escuchó una puerta abrirse. Dejó atrás el plan de huir discretamente y corrió.

Salió disparada del campamento, internándose en la oscuridad del bosque y siguió corriendo hasta que sus fuerzas se lo permitieron. Hasta el momento no había visto ningún río. Abrió su mochila para buscar el mapa, que, al parecer, no había cogido. ¿Cómo podía olvidarse de una cosa tan importante? Miró a su alrededor. Lo único que veía eran árboles.

−Estupendo. −Dijo para sí misma. Necesitaba un plan.

Se sentó en una piedra, situada al lado de uno de los muchos árboles que se extendían a su alrededor. Sacó una barrita de snickers y probó un bocado. Se había olvidado del mapa, pero no de las chocolatinas. Se había acordado de las chocolatinas que más detestaba.

Tenía dos opciones: O bien se quedaba ahí sentada hasta que fueran a buscarla en unas tres horas (a no ser que la devorase un monstruo antes, claro estaba); o bien seguía su camino hasta encontrar el río, a no ser que se perdiese aún más en el bosque y tuviese que alimentarse por el resto de su vida de snickers.

"Se positiva" Dijo para sus adentros.

Iba a optar por la segunda opción cuando un monstruo se la adelantó.

Lia se levantó rápidamente y agarró su arco.

En frente suyo, la figura de un hombre gigante se acercaba a un paso acelerado. A medida que se aproximaba, se podía distinguir un gran ojo en medio de su cara.

−¿Un cíclope? Lo me faltaba… −Murmuró Lia.

Sacó una flecha de su carcaj y disparó directamente a ojo. No le dió exactamente donde esperaba, pero la flecha había ido directamente al cuello. Habría sido un buen golpe si la flecha si hubiese rebotado contra su piel. ¿Podía pasar eso? Solo tenía claro que no entendía la mitología. Pensó en algo que pudiese utilizar para atacar al monstruo antes de que este llegase a Lia, cosa que pasaría en unos 50 segundos. ¿Qué podría detener a un cíclope? ¿dioses? No tenía ni idea. Pensó en Hades, su dios favorito, y le rogó que apareciera mientras seguía lanzando flechas.

Continuó lanzando flechas, deseando que ocurriese un milagro, cosa que, extrañamente, pasó. Detrás de ella, noto que una figura apareció. Barajó la posibilidad de que fuese otro monstruo y su vida fuese a acabarse en los próximos segundos. No pudo girarse para comprobar si había acertado o no, ya que estaba bastante ocupada lanzándole flechas al cíclope. Escuchó pasos, pero eran varios, como si un ejército de monstruos se dirigiese hacia ella para atacarla por la espada.

Ya se estaba haciendo a la idea de que moriría allí mismo cuando, por el rabillo del ojo, pudo contemplar cómo un grupo de personas avanzaban a su lado hacia el monstruo. Lia dejó de lanzar flechas cuando el cíclope dejó de avanzar. Miró hacia abajo y observó cómo las flores, el césped y las demás plantas se marchitaban. Desvió su mirada hacia un lado para centrarse en las personas, que realmente eran como el fantasma que vio en sueños, salvo que estos no eran transparentes. “Zombis”, dedujo. El cíclope se dio media vuelta y se marchó.

No sabía qué era lo que acababa de pasar, pero en cuanto se hubo alejado, Lia se dio la vuelta para admirar a aquella extraña figura que acababa de salvarla, pero había desaparecido, al igual que los zombis. Las plantas de su alrededor que se habían marchitado hacían  solo unos pocos segundos estaban ahora como nuevas. Sin embargo, un montón de niebla se extendía a su alrededor.

Estaba procesando lo ocurrido cuando algo la agarró el hombro. Instintivamente, Lia agarró su arco y golpeó a su posible atacante en la cabeza con este, dándole así puñetazo como para dejarlo inconsciente un buen rato.

Se arrepintió al instante cuando se fijó en que era Nick al que le había propinado el golpe.

−¡¿DE QUÉ VAS?! −Gritó él.

−¡Lo siento! Me has asustado. ¿Qué haces aquí?

−Oh, nada. Solo vine a dar un paseo. ¿Qué crees tú que hago aquí, eh? Dioses… −Se quejó mientras se limpiaba con la mano la sangre que le caía por la nariz.

−¿La has encontrado? −Preguntó una voz preocupada. Max salió corriendo de detrás de unos árboles−. Dioses, Lia, ¿se puede saber por qué narices te has ido así? Y… −Se fijó en la sangre que Nick tenía esparcida por la cara−. ¿Qué ha pasado?

−¿Qué hacéis vosotros aquí? La misión debería de empezar dentro de dos horas y media. ¿Cómo me habéis encontrado? −Preguntó Lia igual de enfadada que sus amigos.

−Primero, un “Gracias por venir a buscarme, chicos” No estaría nada mal. Segundo, ¿es en serio? No entiendo nada. ¿Te escapas y luego nos culpas? Tú…

−Me desperté por un gran ruido que se escuchó fuera de mi cabaña −Interrumpió Max−. Me pareció escuchar tu voz así que fui a la cabaña de Hermes para asegurarme de que estabas bien. Cuando Nick me abrió la puerta y nos dimos cuenta de que te habías esfumado, casi nos da algo. Salimos a buscarte lo antes posible. ¿Por qué te fuiste? Estábamos preocupados. Podrías estar muerta.

−Pero no lo estoy. Estoy perfectamente. −Replicó Lia.

Max parecía muy enfadada. Nunca la había visto así, pero no lo entendía.

−¡Me fui para evitar que os pasara algo! −Admitió finalmente, tratando que el enfado de la chica bajara cuanto antes−. ¡Para ir yo sola!

−¿No entiendes que nosotros vamos contigo para evitar que te pase algo a ti?

Parecía que Max fuese a echar humo en cualquier momento.

−Pero estoy bien. ¡Hades me salvó!

Max y Nick cruzaron una mirada de desconcierto.

−¿Qué? −Preguntó Nick.

−Vino aquí y me salvó con su ejército de zombis. Está todo bajo control.

Max estuvo a punto de decir algo cuando un monstruo les atacó por sorpresa.

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