La espada de Peleo. Capítulo 2: Quizás si es buena idea fiarse de los desconocidos

 A continuación está el segundo capítulo de nuestra historia interactiva: La Espada de Peleo. La historia ha sido escrita e ideada por Hija de Eos, las portadas editadas por Hija de Hécate, y todo supervisado por Cazadora de Artemisa.

Participa en las encuestas de esta historia en nuestra página principal de instagram @percyjacksonson y los capítulos completos también en nuestra cuenta secundaria @percyjacksonson.18 

¿Desde cuando su vecina, la señora Elizabeth, era en realidad un vampiro? En cuanto vio aquellos colmillos no dudó en golpearla con su mochila, causando que un agudo chillido escapara de su boca. “¿Acabo de pegar a una señora mayor? En cuanto mis padres se enteren, me matan.”  Pensó Lia. Para cuando su vecina se hubo recuperado del golpe, el borracho ya las había alcanzado.

─¡Venga! Más nos vale correr. ─ Le apresuró. Agarró su brazo y tiró de ella para que empezase a correr.

Siguieron huyendo hasta llegar a un callejón apartado ─ No sabía que tenía ese sátiro con los callejones ─ para intentar despistar a los monstruos. Antes de que pudiesen encontrarles, Lia comenzó a rebuscar en su mochila por si llevaba algo que pudiera usar como arma. Todo ahora estaba revuelto y había una mancha verdosa en su lateral tras haber golpeado a la vampira. ¿Había vampiros en la mitología griega? No estaba segura.

─ Creo que las hemos despistado. –Aseguró Lia mientras continuaba buscando algo para defenderse.

─ Puede… por ahora. Bueno, hay que llegar al campamento. ¿En qué parte de Nueva York estamos? ¿Brooklyn? ¿Manhattan? ¿Queens? Esto no se parece mucho a Long Island.

Lia se le quedó mirando, esperando a que el hombre revelara que todo era un chiste, pero él no parecía estar bromeando. No sabía cuánto valdría un taxi a Nueva York, pero seguramente no tenía el suficiente dinero.

─ Estamos en el sur de Los Ángeles. ¿Cómo pretende que lleguemos al campamento si ni siquiera sabe dónde estamos?

─ Eh, niña, sé lo que hago. No subestimes mis métodos. Es más, ya tengo un plan. Solo hay que-

Antes de que pudiese terminar la frase, su vecina ─ a la que ahora también le habían crecido unas grandes alas negras. Ah, claro, una furia es lo que había en mitología, no vampiros. Una pena, le encantaba Edward Cullen ─ golpeó al sátiro en la cabeza con la intención de dejarlo inconsciente. Al contrario, el hombre se levantó más furioso que nunca y se abalanzó contra la señora Elizabeth. Pensó en salir corriendo cuando una daga cayó del bolsillo trasero de los pantalones del sátiro.

Sin pensarlo, recogió la daga y se la lanzó hacia ella, haciendo que esta se desintegrase en el acto. Wow, no pensaba que le saldría bien.

─¡¿Estás loca?! ¡Casi me das! Luego dicen que soy yo el que no piensa antes de actuar… ─ Refunfuñó él.

No pasaron ni cinco segundos hasta que otras dos furias llegaron al callejón donde se encontraban. “Ay, mecachis” pensó Lia con una mueca.

El hombre se lanzó para atacar a una de ellas. Lia estaba paralizada, pero en cuanto la segunda furia clavó su mirada en ella, consiguió hacer que su cuerpo echara a correr. Intentó escapar hacia un lugar público, pero la furia era más rápida que ella. En la plaza solamente había una chica paseando y dos críos jugando al balón. Al monstruo no le importaba la cantidad de personas que había, pues continuó persiguiéndola, acercándose cada vez más ella. Ya se iba a dar por vencida cuando escuchó un grito ahogado a sus espaldas. La furia se había desvanecido. A pocos metros de ella, una chica tenía un arco en la mano y un carcaj a su espalda.

─ Buenos días, soy Max. – Se presentó la chica. Era alta y delgada, de unos 17 años, con el pelo largo, lacio y rubio. Sus ojos eran de un color verde esmeralda, preciosos– No hay tiempo para presentaciones ahora mismo. ¡Vamos! ¿Acaso quieres que venga otra de esas y nos mate? ─ Exclamó ella, tirando de Lia para que comenzara a correr. No sabía si fiarse de ella, pero después de todo por lo que había pasado ese día, prefirió seguirla sin pensarlo mucho más.

Miró atrás, donde al pobre borracho se le complicaba la situación. Ya no llevaba su gorra, y unos cuernos pequeños y retorcidos coronaban su cabeza. Se escabullía entre las alas de la furia con calma y tenía una risa algo macabra. Quería llamarlo para que viniera con ellas, pero no sabía su nombre y no quería distraerlo. Se despidió de él silenciosamente, deseándole que saliera de esa y pudiera volver a verle en ese supuesto campamento.

Siguieron corriendo, girando aleatoriamente en algunas calles sin mucha coherencia para ella, no solía ir por esta parte de la ciudad, hasta que Max la empujó al interior de un gran edificio abandonado.

─¿Qué hacemos aquí? ─ Preguntó Lia sin frenar su trote.

─ Tenemos que irnos de aquí y llegar al campamento antes de que lleguen más monstruos ─ Explicó ella ─. Venga, Nick nos está esperando junto a los pegasos. 

- Me parece perfecto, pero ¿puedes explicarme por qué queréis todos llevarme a un campamento? ¿Dónde está? ¿Quién es Nick?

- Eres nueva, ¿verdad? Tranquila, te lo explicaré todo por el camino. Pero, por favor, vámonos ya. No podemos dejar que te atrapen.

Lia y ella subieron a la primera planta de aquel edificio. Allí les esperaba un chico de unos 16 años, igual que ella, dedujo Lia. El chico, que esperaba sentado entre un caballo blanco y otro marrón, se levantó al verlas llegar. Su cabello estaba dividido en dos colores, la mitad izquierda era blanco y la otra mitad negro. Sus ojos eran del color del cielo y no era muy alto. No se había fijado en que la chica y él llevaban la misma camiseta de color naranja con el símbolo de un pegaso y una frase que decía “Campamento Mestizo”. ¿Era ahí a donde le querían llevar?

Cuando ya se hubieron acercado lo suficiente, el muchacho apuntó con una lanza a Lia en la cabeza.

─ ¿Quién es?

─ Tranquilo, la furia la estaba atacando y es nueva en esto de los semidioses. Tenemos que llevarla al campamento.

─ ¿Y cómo puedes estar segura de que es una semidiosa y no una mortal que tiene vista clara? ─ Preguntó Nick. La miraba de reojo mientras hablaba, sin estar del todo seguro. Ella era la que debería dudar, pensaba Lia.

─ Hey, sé lo que hago. Confía en mí, si fuese mortal, ¿por qué iba a atacarla un monstruo?

El chico analizó a Lia de arriba abajo y le lanzó una mirada de advertencia antes de bajar su arma, como si no se fiase de ella.

- Bien, rápido. Montad. – dijo Nick.

El caballo blanco relinchó. Lia se dio cuenta de que no era un caballo. Lo del pegaso no era una broma, era uno de verdad. Tenía muchas preguntas al respecto. ¿Cómo narices es que existían los pegasos? ¿En serio se iba a montar en uno? Pero optó por no decir nada, tampoco quería quedar como una idiota. Nick y Max se montaron cada uno en un pegaso y luego Max ayudó a Lia a subir encima de su animal. El pegaso desplegó sus alas, cogió carrerilla, despegando poco a poco las pezuñas del suelo para trotar sobre el aire, y salió volando por la ventana.

Mientras volaban, Lis sintió que por un momento todos sus problemas desaparecían. En ese instante no le importaba quiénes eran esos chicos, ni adónde la llevaban, todos esos pensamientos se desvanecieron. Las vistas eran preciosas desde ahí arriba. Recordó cuando ella solía sobrevolar las montañas en la vieja avioneta de su padre junto a él antes de que ocurriera aquel dichoso accidente.

Veía bajo las nubes edificios que parecían de juguetes, con pequeñas personas que, como ella hacía unas horas, no sabían que existían los pegasos. Todo el mundo seguía sucediendo, con partidos en los campos que sobrevolaban, peleas en mitad de la calle y alguna que otra proposición de matrimonio. Sin pensar en el tiempo, Lia veía como el mundo no paraba mientras ella trataba de procesar toda la información. Un señor se había sacrificado, peleando con un monstruo mitológico que no sabía que existía, para que ella pudiera llegar a un pegaso con dos desconocidos y que la llevaran a Nueva York a un campamento con tal vez más pegasos. Era información muy difícil de procesar.

Llegaron a Manhattan, la que reconoció por sus puntiagudos edificios y la gran Central Park. Se apretó más a Max, siendo ahora consciente de que llevaban varias horas de viaje. Sintió como la chica se reía, contrayendo los músculos de su estómago. No habían hablado nada durante el viaje, algo que Lia agradeció. Tanto como quería explicaciones, estas la asustaban. No quería procesar más cosas nuevas.

Volaron hasta que llegaron a una colina situada en las afueras. Pasada la colina, comenzaron a descender. Una especie de campamento de verano se extendía debajo de ellos. Muchas cabañas de distintos colores en forma de omega, una gran casa de madera, campos de fresas, de tiro con arco, canoas varadas en un muelle de madera… Eran aproximadamente las dos de la tarde, pero no había nadie allí, quizás estuvieran dentro de alguna de las cabañas.

─¿Es este el famoso campamento del que hablabas?  ─ Preguntó Lia mientras bajaba del pegaso.

─ No, es la casa de mi abuela. Pues claro que es el campamento. –Respondió Nick. Le miró frunciendo el ceño, era demasiado borde para su gusto.

- Ignórale ─Aconsejó Max mientras acariciaba el hocico de su pegaso ─. Está enfadado porque antes le tocó hacer guardia en el edificio en vez de luchar.

Nick no contestó, solamente suspiró y se marchó.

- Es muy simpático una vez que lo conoces, pero los viajes largos y la falta de lucha lo vuelven gruñón ─ Extendió los brazos y dio una vuelta sobre sí misma, como si abarcara todo el lugar−. ¡Bienvenida al Campamento Mestizo! 

Comentarios